Cómo elevando un saludo al cielo, el jueves 11 de octubre, las alas blancas permitieron que las penas se diluyeran y dieran lugar a la fiesta; en tanto, el aplauso sellaba el recuerdo hacia ese loco soñador perseguidor de utopías quien, con una broma siempre a tiro y charlas eternas cargadas de anecdotarios, llenaba el aire de ganas de navegar.

Miraba de costado inclinando su cabeza, producto de ese ojo blanco que le recordaba que no todo en la vida es bondadoso y sonreía pícaro, quizá recordando travesuras que su alma de niño evocaba sin pudor.

Su apellido emulaba a la mariposa, pero él lo disimulaba disfrazándose de hosco.

Ese era y seguirá siendo Jorge Farfalla, un loco peinado a la fibra que se alegraba cada vez que un casco tocaba el agua. Un tipo que alentaba a los últimos, porque entendía que sin ellos, no habría primeros. Felicitaba con el mismo ímpetu a todos, reconociendo la valentía de seguir compitiendo aun cuando ya no quedaban posibilidades.

Y para contribuir a que algún sueño fuese realidad, en 2013 cerró el Argentino con la rifa de un casco.

Astillero Far cerró sus ojos para siempre el 23 de agosto de 2023, pero su alma se mantendrá viva en cada ala blanca que surque un espejo de agua con la profundidad suficiente como para bajar la orza.

Si pudiera, nos diría que no lo recordemos con tristeza y que, si no podemos evitar el lagrimón, lo donemos a cuánto lago o laguna necesite agua. Porque navegar es el motor necesario para continuar.

Buenos vientos, Jorge Farfalla.